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ENTREVISTA

Rosa Villavicencio, canciller de Colombia: “El tráfico de drogas es la justificación de EEUU para controlar el petróleo”

Rosa Yolanda Villavicencio, ministra de Exteriores de Colombia, en Casa de América (Madrid).

Icíar Gutiérrez

20 de noviembre de 2025 22:05 h

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Rosa Yolanda Villavicencio (Bogotá, 1962) lleva menos de cinco meses al frente de la cartera de Exteriores de Colombia, pero ya le ha tocado navegar toda una crisis diplomática con Washington. Las relaciones se han deteriorado desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, con episodios recientes de tensión como la escalada verbal con Gustavo Petro, las sanciones y la retirada de su visado –ella renunció al suyo “en solidaridad” con el presidente– mientras EEUU eleva la presión sobre Venezuela e intensifica los ataques contra supuestas narcolanchas en el Caribe y el Pacífico, que se han cobrado decenas de vidas, también colombianas.

Villavicencio llega armada con un puñado de folios llenos de datos y mapas a la entrevista en Casa de América. Su objetivo es desmontar la narrativa trumpista que sostiene que Colombia ha fracasado en la lucha contra el narcotráfico. “Colombia ha hecho muchas incautaciones de cocaína en alta mar y no ha hecho falta una presencia militar para ello, ni muertes extrajudiciales”, dice a elDiario.es la canciller, que no obstante señala que su país se encuentra en un proceso de “desescalada” con EEUU.

La capital española es un lugar familiar para la jefa de la diplomacia colombiana, que fue elegida en 2007 diputada de la Asamblea de Madrid por el PSOE –se convirtió en la primera mujer de origen latinoamericano en ocupar un escaño en la Cámara Regional–. “Extraño mucho Madrid. Es una ciudad muy apacible. Aunque también tiene lo suyo, si se compara con los niveles de zozobra y de estrés que hay en este momento en América, se nota y se añora”.

Ha llegado a la cancillería en un momento turbulento, atravesado por la tensión con Washington, cuyas consecuencias para Colombia son inciertas. ¿Cómo define el estado actual de la relación con EEUU?

Durante un tiempo corto ha ido muy mal, cada vez peor. Actualmente, estamos en un momento de desescalar esa tensión y de no debatir en público sobre las diferencias, porque no ayuda mucho a buscar que se restablezca de nuevo el diálogo diplomático y la negociación política para clarificar controversias que se han generado en torno a los resultados de la lucha contra el narcotráfico por parte de Colombia.

¿A qué se refiere?

Ha habido unas mediciones inexactas según las cuales parece que no se ha hecho nada y que el número de toneladas por hectárea, la productividad, es más grande de lo que realmente es, porque no se han considerado las dinámicas internas de las negociaciones y de los procesos de sustitución de cultivos que han llevado a que algunas zonas que históricamente fueron cultivos de coca hoy en día ya no lo sean tanto, y que vayan disminuyendo.

Esta ha sido una controversia bastante grande, porque fue casi la única variable que tuvo en cuenta EEUU para descertificar a Colombia [en la lucha contra las drogas]. EEUU no solamente puede medir la lucha contra las drogas por la erradicación de hectáreas, porque la erradicación sin una sustitución y sin una alternativa real para los campesinos no sirve de nada, tiene que haber una transformación del territorio y de esas economías ilícitas a economías lícitas.

El número de toneladas de cocaína incautadas en Colombia ha aumentado año a año de manera considerable, así como la destrucción de laboratorios y el número de personas extraditadas. Muchas de estas incautaciones se hacen en alta mar y no ha hecho falta una presencia militar para ello, sino la colaboración de siempre en términos de intercambio de información de inteligencia con EEUU y con otros países para poder detener a estas embarcaciones en aguas internacionales sin cometer violaciones del derecho internacional humanitario, ni muertes extrajudiciales. No había que hacer nada de esto, porque la cooperación militar y de seguridad funciona para tener los resultados esperados. 

El temor a una eventual intervención de EEUU en Venezuela es grande, porque suponemos que una presencia militar con portaaviones, tan desproporcionada, no es en vano

Mencionaba que están en un proceso de desescalada con EEUU, pero esta misma semana Trump abrió la puerta a la posibilidad de atacar instalaciones relacionadas con la droga en Colombia.

Intentamos que ni el presidente Trump ni el presidente Petro generen un debate público sobre esas controversias porque eso no ayuda a la posibilidad de una mediación. Una intervención tampoco es buena para EEUU porque va a afectar a su economía. 

Naciones Unidas se ha pronunciado sobre las muertes extrajudiciales, que no se ajustan al derecho internacional humanitario. La propia CELAC ha declarado no estar de acuerdo con la presencia militar en el Caribe y con la posibilidad de una agresión. Países como Reino Unido y Países Bajos están diciendo que si continúan estos bombardeos a personas en embarcaciones no van a compartir información de inteligencia. Falta más acción de la comunidad internacional para detener esta posibilidad de agresión en un hemisferio que se declara como región de paz y que, aunque tiene sus problemas internos, no tiene en este momento un conflicto como el de Rusia y Ucrania o como lo que todavía sucede en Gaza. ¿Qué interés hay en conflagrar más el mundo? 

Hay un manifiesto rechazo y esperamos que lo siga habiendo. Si hay una agresión, solamente las poblaciones podrán ejercer alguna presión sobre los gobiernos para que se pronuncien en contra.

Su Gobierno amagó con suspender el intercambio de datos de inteligencia con EEUU por los ataques, pero después se dijo que el anuncio se había “malinterpretado”. ¿Qué pasó?

El Gobierno ha dicho que continuará la colaboración militar. Antes de que empezaran las agresiones, Estados Unidos, por temas presupuestarios y de visión, redujo los fondos de la [agencia] USAID, la cooperación para temas humanitarios, para algunos aspectos productivos y para la acogida de migrantes en Colombia, un país que recibió a casi tres millones de venezolanos.

En cambio, se mantuvo toda la cooperación militar para la lucha contra el tráfico y el multicrimen. A raíz de los bombardeos, donde ya han muerto cerca de 80 personas, se dijo que no vamos a compartir una información que sirva para violar derechos humanos. Pero se mantiene, porque tenemos varios procedimientos, por ejemplo, sobre la migración en los aeropuertos, donde se comparte información con Europol e Interpol, eso se mantiene, al igual que la cooperación militar para la lucha contra el tráfico de drogas.

Rosa Yolanda Villavicencio, canciller de Colombia, en Casa de América (Madrid).

Trump ha desplegado un gigantesco portaaviones en el Caribe, lo que eleva aún más la presión sobre Maduro, y sopesa si emprender acciones militares contra Venezuela. ¿Hasta dónde puede llegar? ¿Cuál es la posición de Colombia ante una eventual intervención?

El temor es grande, porque suponemos que una presencia militar con portaaviones, tan desproporcionada, no es en vano. Ojalá se retire. Puede que haya alguna operación encubierta.

Nosotros nos preparamos para la posibilidad de que haya un éxodo que afectaría mucho el norte de Colombia y generaría una crisis humanitaria, porque los municipios y los departamentos de toda esa frontera no tienen la capacidad para recibir a no sabemos cuántas personas. En la crisis anterior, fueron tres millones de personas, y contábamos con el apoyo de cierta cooperación, pero ya no la hay. Por supuesto, los recibiríamos porque son pueblos hermanos y muchos seguramente serán colombianos o descendientes de colombianos. También habría un impacto económico, porque se pararía la economía y afectaría al intercambio comercial, lo que generaría más pobreza en Venezuela. El impacto sería muy negativo para nuestras industrias, confecciones y alimentos que abastecen en buena parte a Venezuela.

El rescate a Milei, el castigo a Brasil con aranceles, los ataques contra embarcaciones… ¿Está asistiendo la región a una reactivación de una suerte de “doctrina Monroe” por parte de Washington para reafirmar su hegemonía en el hemisferio occidental?

Estados Unidos está nadando a contracorriente, porque hoy en día todos los países ven la necesidad de diversificar sus relaciones políticas y económicas. América, África y la UE son conscientes de que hay que hacerlo, lo que requiere una mayor colaboración y no una actitud tan reactiva por querer conservar un peso que va perdiendo y ya no tiene. Es una respuesta en un mundo con tanta conectividad y lazos entre poblaciones que quieren ampliar sus relaciones estratégicas. No se puede oponer a eso, pero lo está haciendo. 

Mientras que todos los países están intentando hacer transiciones energéticas para no depender de los combustibles fósiles y no calentar más el planeta, EEUU va en contramano

¿Es la estrategia de EEUU eficaz para frenar el narcotráfico?

El tráfico de drogas es una justificación para controlar un recurso fósil como es el petróleo. Estados Unidos no reconoce el cambio climático, no se adapta a las nuevas tendencias de la naturaleza por la propia intervención del hombre, que ha causado grandes desequilibrios y acelera fenómenos como la cada vez más frecuente presencia de tifones y huracanes en ecosistemas frágiles como el Caribe. No quiere cambiar a energías limpias, por lo que, para que su economía funcione, necesita un recurso fósil como el petróleo. Y, en América Latina, en este momento, solamente hay grandes reservas de petróleo en Venezuela.

El interés es hacerse con el control de este recurso fósil. Mientras que todos los países están intentando hacer transiciones energéticas para no depender de los combustibles fósiles y no calentar más el planeta, EEUU va en contramano. Esa política económica va acompañada de una política militar, con una presencia exacerbada en la región. La justificación es la lucha contra las drogas, cuando ya se hace y los resultados están ahí, porque hay colaboración desde hace tiempo, no solamente con EEUU, sino también con otros países. Es ir a contramano frente a lo que el mundo demanda.

Rosa Villavicencio, ministra de Exteriores de Colombia, durante la entrevista con elDiario.es.

Parece que el ultraderechista José Antonio Kast tiene todas las de ganar en las elecciones de Chile. ¿Su victoria puede apuntalar la ola ultraconservadora en América Latina? ¿Teme el impacto en la relación bilateral y en la cooperación regional?

Ya quedan muy pocos gobiernos progresistas en América Latina: Uruguay, Colombia... La región ha llegado a una madurez de valores democráticos y aun teniendo gobiernos no progresistas, esos mínimos se respetan en cada uno de los países. Hay proyectos estratégicos que pueden brindar una cierta soberanía a América en términos de energía, de seguridad alimentaria y temas digitales. Son problemas comunes que sí que la unen, con independencia de las coyunturas políticas. Y eso es lo que representa la CELAC, un diálogo político sobre unos mínimos que todos comparten y el avance de unos proyectos estratégicos que hace que trabajen juntos con independencia de qué tipo de gobierno haya en cada país.

¿Cuál es el diagnóstico del Gobierno sobre el fracaso del ambicioso proyecto de la ‘paz total’ –la política de negociar con diferentes grupos armados al mismo tiempo–?

En términos de la implementación de los acuerdos de paz de 2016, hay resultados muy tangibles. Después de 2016, gobernó Iván Duque, que no avanzó en la implementación porque no creía en ese proceso. El Gobierno de Gustavo Petro ha avanzado muchísimo en términos de reforma rural integrada, tanto que del 24 al 27 de febrero de 2026 tendremos la cumbre mundial sobre este tema. En ese sentido, ha sido muy positivo.

En lo relativo a la negociación y de la ‘paz total’, la idea de mantener diálogos con organizaciones –que a lo mejor no mostraron evidencia de llegar a algún resultado– se suspendió. Se negocia con grupos que realmente muestren voluntad de querer estar, con negociaciones más concretas para encontrar puntos en común. Incluso se piden mediaciones, como es el caso de Qatar, para mostrar avances muy concretos. Se reúnen en un lapso corto de tiempo con una agenda ya negociada para ir llegando a acuerdos. Ese método ha sido mucho más eficaz que tener una mesa permanente que no llegaba a conclusiones ni mostraba avances. Y es un cambio en la perspectiva de la aplicación de la política de ‘paz total’.

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